martes, 26 de octubre de 2010

Capítulo 2

Detienen al asesino del hacha


Puebla Pue, 18 Sep.- Elementos de la Policía Ministerial detuvieron la tarde del jueves a Vicente Alcumedo de la Luz alias ‘el asesino del hacha’. Mientras salía de un minisuper del sur de la ciudad en el cual, según testimonio de la cajera, había comprado brandy, agua mineral y tabaco, los oficiales que le seguían los pasos lo identificaron y procedieron a su detención.

El asesino del hacha se hizo famoso por la saña con la que procedió; los despojos de su víctima, María Luisa Solís López, fueron hallados en su oficina con evidentes señas de violencia. El cuerpo presentaba 26 heridas de hacha y la mano yacía separada del cuerpo producto de los hachazos, además de que tenía un mouse insertado en la boca y el escritorio presentaba una hendidura en la mitad, causado evidentemente por un impacto del hacha.

En el lugar de los hechos se encontró además una pistola calibre 38, que no fue usada en el homicidio, gracias a la cual pudo identificarse al responsable del delito.

Cabe señalar que Solís López trabajaba en la Subdirección de Difusión de la Cultura y Vicente Alcumedo era su subordinado en dicha dependencia. No se descarta que el móvil sea pasional pues existen rumores de que Solís y Alcumedo sostuvieron un amasiato.

El detenido fue puesto a disposición del ministerio público y su caso consta en la averiguación previa 38797/2010/VII.

domingo, 24 de octubre de 2010

¿Te dije cuánto me gusta hablar contigo?


Esta noche, aún no sé cómo, termino con el hartazgo que me agobia cada día. De pronto siento el alivio de mis pulmones. Suspiro.

Mi expectación es de tal magnitud que no sé cómo reaccionar. Estoy paralizado. Todas mis habilidades desaparecen y no encuentro forma de expresarme. Sé que quiero decirte algo, pero no sé cómo, no sé qué.

Luego se presenta una melancólica sensación en mis costillas. Lloro de risa. Volteo a verte, alucino que tomo tu cara entre mis manos. Las caricias que recorren tu cuello se evaporan y recuerdan el humo de las calles nevadas que se ve en las películas.

No lamento tanto mi difícil realidad como el fracaso de mi imaginación. Lamento que no baste con alucinarte, lamento que necesite tu voz, tu sonrisa sarcástica y a la vez inocente, tu risa de caricatura y tus manitas hinchadas. Pero lamento más que no estés conmigo.

Pienso que debería ser más sencillo hacer y decir lo que uno piensa. Pienso que tengo miedo y me autocensuro. Estoy a la defensiva, no quiero perder esta vez. Temo que mis ideas te alejen de mí, es un precio que no podría soportar. Y pienso que no es justo. No es justo prohibir los impulsos, las intensas sensaciones. No es justo prohibir la sensibilidad.

Sueño que me abrazas y me sonrojo. Me abrasas y me incendio. Al mirarme al espejo no me reconozco. Pienso en todo lo que he cambiado. Todo lo que me transformas. Sin duda soy otro contigo, un otro que intenta ser mejor.

Pero no resulta para nada sencillo. No estoy familiarizado con mis emociones. Siempre había procurado ahogarlas con un simple sollozo. Ahora no sé cómo manejarlas.

Por un lado me agrada la idea de poder volver a apreciar todo lo que perciben mis sentidos. Me resulta una experiencia fantástica. Y me siento viviendo en las nubes, rebotando en los cúmulos nimbos. Pero de pronto un rayo crea un agujero a través del cual caigo al suelo y pierdo casi toda la sensibilidad.

¿Qué tal?, ¡buenas tardes!, me escucho diciéndole a varias personas mientras camino por aquel largo pasillo. Voy pensando que días como esos son especiales porque asoman una posibilidad de que ocurra algo extraordinario. Desde que desperté lo percibí en el aroma del pasto recién podado.

Horas después ocurre algo extraordinario, aunque confieso que no tan inesperado. Me ilusiono con la idea de que supe transmitir mis deseos sin mencionarlos gracias a una empatía desbordada. Pero lo tomo con calma, respiro, me sereno.

Y de pronto todo me parece tan usual y encantador a la vez. Nada extraordinario sucede y, sin embargo, es fantástico: la satisfacción en lo inmediato. ¿Cuántas veces me he perdido de esto? Te pido que me prometas que seguirás compartiendo esto conmigo, que no te marcharás.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Capítulo 1

-¡Amaos los unos a los otros mis huevos! yo he odiado y odio, por eso estoy aquí.

-Debes entender, Vicente, que el Señor nos pone pruebas; ya fallaste una vez, pero su bondad es tan inmensa que te brinda otra oportunidad para que te reivindiques y te arrepientas de tus pecados. No te pido otra cosa, nada más que te arrepientas, incluso va a hacerle bien a tu salud mental.

-No Chema, la verdad no puedo arrepentirme, estoy seguro que no erré, la cárcel es de la chingada y ya estoy pagando por mi crimen, no creas que no estoy consciente de lo que hice, pero la neta no me arrepiento, pinche bruja se lo merecía y si reviviera lo volvería a hacer.

-Allá tú. Te traje el Libro de Serna que me pediste.

José María, el párroco de la iglesia de Santa Mónica, a pesar de estar fuera de su jurisdicción, prestaba los servicios clericales en el penal de San Carlos. Los domingos oficiaba misa y confesaba a los convictos, los martes y los jueves daba clases de griego a los únicos cuatro reos que les interesaba lo suficiente, entre ellos Vicente, o les causaba menos tedio que quedarse en sus celdas, entre ellos Vicente también; además, una vez cada 3 meses organizaba retiros en los que podían participar las familias de los presos.

El padre Chema, de haber podido, no hubiera elegido la carrera eclesiástica, había sido un hijo promedio de una familia católica regular. Tenía calificaciones mediocres, jugaba futbol los fines de semana e independientemente del marcador se emborrachaba con el equipo, jugaba super nintendo bajo el efecto de la mariguana, pero su más grande afición, lo que lo diferenciaba del grueso, era su gusto por el estudio, la lectura y la escritura. Dependiendo de su humor leía a Schopenhauer, a José Agustín, a Borges, a Cicerón, a Navokov, a san Agustín, a Rius… de hecho en su actual residencia había más libreros que la suma del resto de los muebles; también dependiendo de su humor escribía sonetos, alejandrinos, haykus, ensayos, cuentos o artículos.

Cuando José María estuvo en edad de elegir profesión, su miope y controladora madre, quien deseaba lo mejor para su vástago -¿qué otra cosa puede desear una buena madre?-, le dio 3 opciones: médico, abogado o ingeniero, naturalmente ninguna le gustaba y en ninguna hubiera sido bueno, no soportaba ver cómo ponían una vacuna, menos iba a poder ponerla, era demasiado recto para ser abogado y tenía demasiado ingenio como para ser ingeniero. José María quería dedicarse a la filosofía, al estudio de las ideas, sobre todo le interesaba dar razón de su existencia, al grado de repudiar a Descartes por tibio: “cómo no voy a poder dudar de que existo, puedo y de hecho lo hago, y por supuesto que es rasonable dudar de ello… a huevo”.

La solución que encontró fue volverse sacerdote, su madre desde luego estuvo de acuerdo y lo ingresó al seminario, a la postre se ordenó como sacerdote agustino, pues, en sus tiempos mozos, disfrutaba sobre manera el estudio del padre de la iglesia.

Siendo un cura culto, a pesar de su vocación de servicio a la sociedad, no se sentía identificado con los internos, se preocupaba por ellos, sí, y a su modo buscaba ayudarlos, más a pesar de encontrar en sus personas problemáticas importantes, no despertaban en él la sana curiosidad del humanista, que se reconoce en el otro, y en él descifra su propia naturaleza, hasta que conoció a Vicente.

Presentación

Qué tal estimados lectores:

Permítanme presentarme, soy el otro colaborados de ajo y chocoretas -portal culinario donde podrán encontrar un poco de chingodelia y sabor- mi nombre es Guillermo alias parra,alias Vicente Elñero, alias Vicent L. Macois Roo. No había podido colaborar en este blog porque no se me iluminaba el seso, pero a instancias de mi buen amigo Beno hoy escribí ésto. A él lo dedico.

P.D. que gay dedicatoria.

viernes, 20 de agosto de 2010

Lodo y pasto


-El otro día fui a la panadería de Chamo y vi a su hija, la saludé y no me reconoció al principio, hasta que le dije que era O.H. y ya se acordó y nos preguntamos cómo estaba la familia. Y ya me fui con mi bolsa de pan.
-Ajá... ¿Y?
-Pues ya, nada. Tú siempre quieres desenlaces sorpresivos, pero mi vida sólo transcurre, sin sobresaltos. Estuvo duro el pan.

Al parecer me acabo de enterar de lo complejo del desarrollo, de la caminata errante, simple y sin dirección. Moverse sin sentirse perseguido, sin la desesperación de llegar a dónde sea, de llegar a piso firme. ¿Qué monstruosa incertidumbre nos incita a las metas tangibles? Llenos de miedo huimos de nosotros mismos.

Pero anoche fue distinto. Por un instante dejé de tener miedo, dejé de preocuparme de llegar a ningún lado, no había desenlace, sólo transcurso, sencillo y austero, caminando sobre el pasto húmedo y lodoso y recibiendo lo que las abuelitas llaman "el sereno". Y así, con serenidad, sólo caminar sin prisa, sin preocupación, disfrutando las delicias que se ofrecen a los sentidos.

¿Cuándo fue la última vez que disfrutaste las hojas fluorescentes de los árboles bajo una luz blanquesina a las dos de la mañana? Cuando no tienes expectativas de nada resulta una muy grata sorpresa las posibilidades que ofrece el mundo: las hojas, las palabras, el pasto, el lodo, todo es grandioso. Y está siempre ahí, dispuesto para todos.

Ni siquiera la certeza de repetir las mismas ideas que han sido expresadas infinidad de veces parece un impedimento para escribirlas de nueva cuenta; finalmente el desarrollo, y no el desenlace, ha adquirido una significación terrible: no busco conducirlos, ni a ustedes ni a mí, a ningún lado, sólo hablar porque tengo boca. Y pasto y lodo en los zapatos.

Bienvenidos

Buenas tardes, señores y señoritas, bienvenidos sean todos ustedes al primer post de Ajo y chocoretas, un espacio donde podrán encontrar cebollas, chayotes, ajos y chocoretas, todo un blog de gastronomía y el arte del buen comer. Sírvanse una buena dosis de vegetales frescos para comenzar.